martes, 28 de septiembre de 2010

Biografía: Nicolas Copernico


Nicolás Copérnico nació en Thorn, pequeño puerto de Polonia en el río Vístula, cerca del Mar Báltico. Su padre, que era mercader, murió cuando el pequeño Nicolás tenía 10 años de edad, y su tío que era una figura principal de Polonia, el obispo Lucas Watzelrode, asumió la responsabilidad de educarlo. De joven, en Nicolás influyó el punto de vista positivo y práctico de su padre mercader y de su tío administrador de la Iglesia. Por otra parte, estimularon su imaginación las victorias de los marinos y los mercaderes que pasaban por el puerto de Thorn cuando venían de Asia, Italia, Rusia y otros lugares lejanos.

En 1492, cuando Colón descubría América y abría un nuevo mundo geográfico, Copérnico se matriculó en la Universidad de Cracovia, en Polonia, uno de los centros más distinguidos de cultura de esa época. Quedó bajo la tutela de Alberto Brudzewski, notable matemático y astrónomo, que cultivó el profundo interés de Nicolás en esas materias. Sin embargo, por consejo de su tío, el obispo, Nicolás se licenció en medicina, a fin de prestar una ayuda más directa a sus compatriotas.

La obra de Nicolás en Cracovia le abrió las puertas de la cultura. Le preguntó a su tío si podía continuar sus estudios en Italia, centro de aprendizaje y cuna del Renacimiento. Prudentemente, su tío consintió e hizo los arreglos necesarios para que asistiera a la famosa Universidad de Bolonia, donde estudió derecho y amplió sus conocimientos de matemáticas y astronomía. También aprendió griego a fin de leer los textos originales de los astrónomos griegos, así como sus traducciones de los antiguos matemáticos árabes. De conformidad con el concepto renacentista de la educación universal, Copérnico desarrolló también sus aptitudes como pintor y poeta.

En esa época fue nombrado profesor de astronomía de la Universidad de Roma. Aunque enseñaba la tradicional astronomía tolemaica, su lectura de los textos originales de Pitágoras y otros filósofos antiguos, así como su educación pragmática, lo hicieron dudar de la exactitud de la teoría tolemaica sobre la estructura geocéntrica del Universo, que fue aceptada durante mil quinientos años. Se hizo preguntas como ésta: Si el Sol gira alrededor de la Tierra en la órbita fija de un círculo perfecto, ¿cómo explicar el cambio de las estaciones? ¿Cómo es que algunas estrellas y planetas varían de posición de un año a otro?. Naturalmente, los sabios de la época explicaban dichas variaciones llamándolas aberraciones, migraciones caprichosas o movimientos místicos de las almas interiores de los planetas. Para la mente aguda e inquisitiva del joven Copérnico, estas respuestas eran una farsa; por lo tanto, decidió irse de Roma y buscar las soluciones que lo dejaran satisfecho en la calma de su patria. Pero pasaría mucho tiempo antes de que encontrara esas soluciones. En 1504 renunció a su profesorado y regresó a Frauenburg para convertirse en canónigo de la Iglesia.

A partir de entonces, pasó varios años como médico y ayudante de su tío, el obispo Watzelrode. En esta calidad, ganó la estima y el afecto de todos aquellos con quienes tuvo relación. Sus estudios de derecho le permitían ser justo y equitativo en la administración de las tierras de la Iglesia. Se dio a conocer en todas partes como médico hábil y ofrecía gratuitamente sus conocimientos médicos para curar a los pobres y a los menesterosos. Cuando los vecinos necesitaban ayuda, ya para hacer menos rigurosa la sequía, construyendo una presa, ya para almacenar los alimentos en previsión del hambre, buscaban su consejo, que les daba sabiamente.

A solicitud del Papa, aconsejó algunas reformas prácticas para hacer más preciso el calendario. Clavio, que estudió la evolución de nuestro moderno calendario, decía: "Copérnico fue el primero en descubrir la duración exacta del año". Autoridades posteriores encontraron que sus cálculos de la longitud del año tenían un error de sólo veintiocho segundos.

Cuando los soberanos de Polonia, en una época de crisis económica, pidieron a Copérnico que reformara el sistema monetario, abogó por la acuñación central de moneda para toda Polonia, y devolvió la confianza en el dinero polaco prohibiendo la acuñación de nuevas monedas sin el debido respaldo de la plata o el oro. Por un tiempo, en 1520, sirvió como gobernador del castillo de Allenstein y lo defendió victoriosamente contra el asedio de los caballeros teutones.

Aunque se consagró al bienestar de su Iglesia y de sus compatriotas durante estos años, no olvidó su deseo de resolver el enigma de la estructura del Universo. Pasaba las noches en la torre de su casa, en lo alto de la montaña, observando las estrellas y los planetas, haciendo anotaciones sobre su posición y leyendo todos los manuscritos que tenía de los antiguos astrónomos. Su investigación era especialmente difícil, debido a que aún no se inventaba el telescopio y, en esa región, durante gran parte del año, el clima oscurecía la visibilidad del cielo.

El progreso era lento. Estudió los eclipses que ocurrieron en 1509 y 1511. Usando fórmulas matemáticas y su teoría del movimiento de los planetas, predijo las posiciones de los planetas Marte, Saturno, Júpiter y Venus. Luego, explorando ansiosamente el cielo durante varios años para ver si sus cálculos eran correctos, descubrió con gran alegría que lo eran.

Al fin tenía pruebas para demostrar que la teoría tolemaica, con su falsa explicación de las variaciones y sus telarañas de confusión e incoherencias que hacían de la astronomía una ciencia equivocada, era falsa.

La teoría que verificó Copérnico ponía al Sol en el centro del Universo, la Tierra y los otros planetas giraban alrededor de él, y las estrellas lo rodeaban todo en el cielo infinito. Sabía que la Tierra gira también sobre su propio eje, lo cual daba el día y la noche. Dichos movimientos siguen las infalibles leyes matemáticas de la Naturaleza. Puede predecirse con fórmulas la posición de cada planeta en el cielo en cualquier momento dado, inclusive los eclipses.



(a) La imagen del Sistema Solar según Copérnico. El Sol está en el centro y los planetas giran alrededor de él. (b) La imagen del Sistema Solar según Ptolomeo. La Tierra está en el centro y los planetas giran en torno de ella. Ambos investigadores introdujeron estructuras geométricas para explicar el complejo movimiento de los planetas. Por ejemplo, en (b) Marte se mueve en un epiciclo (circular) cuyo centro se mueve en un (círculo) deferente. No se muestra la disposición de Copérnico, que es igual de compleja. La diferencia básica radica en si el Sol o la Tierra han de ser el centro del movimiento planetario.
(Créditos: Robert Resnick - David Halliday)

Copérnico descubrió la verdad, pero el conseguir que el mundo la aceptara era un proceso lento y peligroso, que se enfrentaba a antiguas creencias vinculadas con la superstición y el dogma religioso. Aunque el Renacimiento fue una época de investigaciones y de considerable libertad de discusión en los círculos ilustrados, se consideraba herética la contradicción sospechosa del dogma religioso. Por lo tanto, Copérnico decidió no publicar sus hallazgos, sino tratar de ganar partidarios entre los hombres cultos mediante la conversación y la discusión. Lo hizo así con éxito limitado, pero inclusive este camino estaba preñado de peligros. Martín Lutero lo acusó de ser un necio que quería "volver completamente al revés el arte de la astronomía". Calvino citó el Salmo 93 contra él: "También el mundo está afirmado; no será movido".

Hacia el fin de su vida, cuando lo convencieron de que debería publicar sus ideas, escribió De revolutionibus orbium coelestium (Sobre las revoluciones de las esferas celestes) y dedicó el libro al Papa Paulo III para obtener la aprobación eclesiástica. Al impresor de Nuremberg le atemorizó tanto la naturaleza revolucionaria del texto que encargó a alguien que escribiera un prólogo en el cual se afirmaba que el libro no era un tratado científico, sino una "fantasía ociosa". Copérnico se habría enfadado si hubiera leído esta descripción de la obra de su vida, pero nunca pudo leer el libro impreso, que le fue puesto en las manos cuando estaba en su lecho de muerte, el 24 de mayo de 1543.

La obra de Copérnico fue el cimiento sobre el que Galileo, Brahe, Kepler, Newton, Einstein y otros construyeron la astronomía moderna, pero hizo algo más que eso. Más tarde su ejemplo animó a otras almas intrépidas a desafiar otras creencias místicas basadas en supersticiones que perjudicaban el espíritu del género humano. Además, creó un modelo de investigación científica basada en la observación cuidadosa y paciente, en el análisis y la experimentación.

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